Bíblica
  ¿Cuál es el verdadero rostro del apóstol?
 

¿Cuál es el verdadero rostro del  apóstol?

Por: Jean Carlos Díaz Aguilar.

A raíz del surgimiento y florecimiento de muchos movimientos apostólicos y la auto proclamación de una gama de personajes que están calificando el ministerio apostólico con unas particularidades completamente distanciadas de los parámetros bíblicos, de tal manera que hoy no se esta confiando ni proporcionándole el crédito respectivo como uno de los ministerios eficaces instituido por Dios para el establecimiento de los principios de gobernación relacionados con el reino de Dios.

Por tal razón considero necesario identificar las características inherentes del efectivo ministerio apostólico.

 

 

Primeramente pretendo hacer un estudio exhaustivo del término apostolos, para tener mayor claridad de lo que demanda la función apostólica.

El término Griego apostolos, aparece 89 veces en el N.T, y sus distintos significados son: “apóstol”, “enviado” o mensajero. El verbo griego

apostello es una palabra compuesta por apo y stello. Apo significa “lejos”, “aparte” y stello significa “equipar”, preparar”, “armar, “enviar, etc. Apostolos es sencillamente una palabra objetiva para denotar a un representante plenamente acreditado con un encargo específico.

En la LXX (Segtuaginta) encontramos aproximadamente 700 veces apostello o exapostello traducido el verbo hebreo shalaj, cuyo significado es “extender” o”despachar”. Este denota en sí enviar a alguien con una misión, incluyendo en su significado

la delegación y búsqueda del mensajero [1] , un ejemplo lo podemos ver claramente cuando la mujer de Jeroboam vino a Ahías, buscando

información sobre la salud de su hijo, el profeta le respondió: “soy enviado a ti con

revelación dura”, describe el encargo de Ahías de dar un mensaje divino a la esposa del Rey (1 Rey 14:6), el término también resalta la responsabilidad que asume el que envía al mensajero (Jos 1:16; 1 Re 5:23; 20:9; 21:11; 2 Re 19:4: Is 34:4). A diferencia de tempo, verbo que también se traduce en cinco veces como apostello (aparece 27 veces en LXX), el cual no tiene la misma connotación de responsabilidad por parte de la persona que envía al “apóstol”, simplemente significa “enviado”.

Para los Judíos el equivalente al apóstol seria el shaliaj (“enviado”). El shaliaj era una representación con plenos poderes para actuar. Su función era cumplir fielmente un mandato que recibía de su señor, debía defender los intereses de su señor como si fuesen los suyos propios, y se debía identificar completamente con la causa del que le había enviado [2] . Los rabinos consideraban como shaliaj a Moisés, Elías, Eliseo y Ezequiel, enviados todos por Jehová, y quienes además mostraban su autoridad como representantes de Dios a través de los milagros que obraban en nombre de El.

El término porta la idea de autorización divina a unos personajes que son comisionados por Dios y no por la comunidad.

Las dos definiciones que pueden atribuirse al termino apóstol en el N.T, encajan perfectamente, con las dos definiciones que los Judíos atribuyen al shaliaj. Primeramente vemos que ambas definiciones hacen referencia a personas que son enviadas con el fin de extender el evangelio.

El N.T nos presenta el surgimiento del apostolado con el primer grupo de discípulos, se origina a iniciativa de Jesús. Los discípulos aceptan su llamado, lo escuchan y aprenden la obediencia de la revelación, los discípulos comienzan su labor apostólica

cuando los hace sus socios, específicamente en Lucas 6:13 los mismos discípulos reciben el nombre de apóstoles. Jesús se limita a llamar y enviarlos a los doce con autoridad (Mr 6:7 ). Tenemos entonces una delegación plena, seguida por un posterior regreso e informe.

La autorización legal que reciben los apóstoles está conectada con la persona de Jesús, pero esto no debe generar cierto privilegio y exclusión tal como lo podemos ver palpablemente en Marcos 9:38ss, donde la base de la queja de Juan manifestar exclusión, en relación con los derechos que Jesús les había conferido.

En el libro de hechos los apóstoles aparecen en escena presentándose como autoridad para los creyentes, su doctrina se consideraba autoridad, lideraban la iglesia e inicialmente administraban los bienes que recibía esta. Entre las funciones de los apóstoles que se pueden ver en el libro de Hechos están:

-          Ser testigos de Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra (Hch 1:8).

-          Enseñar las doctrinas que Jesucristo les había dado (Hch 2:37,38).

Hay dos apóstoles que obtienen este título de manera especial: Mtias, quien ocupó el lugar de Judas Iscariote, y Pablo, quien en sus cartas defiende su apostolado al enfatizar sobre su encuentro con Jesús (1 Cor 9:1), como realizador de prodigios, y milagros (2 Cor 12:12),  fundador de iglesias y emisor de  la palabra de Dios a otros pueblos (1 Cor 9:2).

La principal labor del apóstol era  “promover” la obediencia  a la fe entre los gentiles.

Ahora, si pablo sitúa al apostolado como un don, junto a los profetas, maestros, obradores de milagros, dones de sanidad, lenguas e interpretación, es pertinente que el ser apóstol puede entenderse como una función dentro del cuerpo de Cristo. Los apóstoles que vinieron después de la ascensión son los que trabajan en el cuerpo de Cristo a través de los tiempos; ellos son considerados como los constructores que ubican y refuerzan los fundamentos para el gobierno de la iglesia tal como lo hicieron los antiguos apóstoles y profetas quienes tomaron a Jesucristo como la piedra angular.

Ósea, que es convincente, considerar que a lo largo de la historia de la iglesia han habido personas ejerciendo el ministerio apostólico, pero, ¿Dónde estaban los apóstoles entre el siglo I-XIX? ¿Si existían? ¿ seria que no se podían identificar porque estos no pretendían ser reconocidos como está sucediendo hoy?

A partir del Siglo XX Se dio un nuevo resurgimiento del apostolado, detonó el Big Ban del ministerio apostólico. Este afán e interés por pertenecer a este gremio, lo  percibo en medio de la iglesia, hay una sed por ser ¡Apóstoles!

Pero, ¿si conocerán las implicaciones que demanda ser apóstol de Cristo?

Esta situación me mueve a preguntarme ¿Cuál será la motivación de esta aspiración? ¿Realmente han sido comisionados por Dios a través de su espíritu santo? ¿O será una estimulación mal sana  al procurar hacer una distinción jerárquica de los ministerios establecidos por Dios a favor de su obra?

Por lo tanto, considero relevante examinar algunos parámetros que ayudaran a identificar a quienes han sido llamados al ministerio apostólico, para esto tengo en cuenta lo anunciado anteriormente.

Un autentico apóstol es:

Oficial  de Cristo para edificar la iglesia.

El apóstol es propiamente un apóstol de Jesucristo, quien ha tenido un encuentro genuino con el señor resucitado y una delegación dada por él. Los apóstoles, entonces, no son oficiales de la iglesia sino oficiales de Cristo para edificarla (1 Cor 12:28).

Comisionado por Dios y no por la comunidad.

El apostolado implica una comisión con tareas especificas, y hace hincapié en la autorización divina del que lo envió, por ejemplo en el caso del sacerdote o de personajes tales como Moisés, Elías y Pablo que son comisionados por Dios y no por la comunidad. Pero lastimosamente puedo percibir que muchos de los llamados apóstoles no han sido comisionados por Dios sino que se han autoproclamado, esperando respuesta y respaldo de su comunidad.

Un discípulo.

Los apóstoles deben ser discípulos, aunque no todos los discípulos deben ser apóstoles. La expresión doce apóstoles se usa primeramente en Mateo 10:2, pero no da a entender una equiparación exclusiva de los doce con los apóstoles. Jesús se limita a llamar a los doce y enviarlos con autoridad. Tenemos aquí, entonces, un envió autoritativo en el sentido de una delegación plena seguida por un posterior regreso e informe. Esto lo podemos notar

palpablemente por el hecho que, cuando los discípulos regresan a Jesús, no continúan con su labor sino que se convierten nuevamente en oyentes y ministros (Lc 9:49-50). Mateo y Marcos apoya lo que acabo de decir. Cuando son comisionado los discípulos de Mateo 10:1 se convierten en los apóstoles de 10:2, pero cuando regresan se convierten nuevamente en discípulos (Mr 6:30).

Lo anterior me da a entender que Jesús les enseña a sus discípulos a que mantuvieran una actitud de no creerse autosuficientes ni mucho menos los súper espirituales, sus ministerios dependían netamente de él y por lo tanto debían mantener una condición sumisa acompañada de total humildad.

¿Será que en nuestro medio es posible encontrar entre los que se consideran apóstoles, esta condición de completa sumisión y humildad?

Considero qua ante cualquier pretensión a hacer una distinción jerárquica entre los distintos ministerios, es considerable resaltar que todos jugamos un papel muy importante en el cuerpo de Cristo, y que ante cualquier pretensión a querer ser sol más bien debemos preocuparnos por irradiar luz.

No es un dictador más bien manifiesta un sentido de pertenencia con la iglesia.

Procura hacerse todo a todos, no vive para sí, sino para los demás.

Encontramos en Pablo un hombre que superviso y cuidó a otros, al tiempo que cuidaba las iglesias que establecía. Esto me enseña que un apóstol se preocupa  por la condición de la iglesia, antes que andar ansioso por sus interés personales.

No se jacta  de su oficio ni se presenta como el  privilegiado.  

Pablo miraba su apostolado como una demostración de la gracia divina y como un llamamiento a una labor sacrificatoria, más que una ocasión para glorificarse de su oficio (1 Cor 15:10).

La gloria que irradia el apóstol es la de Jesucristo glorificado. No es suya, sino que es reflejo de la de Cristo, y así debe ser reconocida. Pero no es una gloria triunfalista ni espectacular. «Triunfalismo» es desplegar y exhibir éxitos humanos. «Espectacular» es la gloria que el mundo crea y reconoce. Solemos llamar estrellas a personajes que descuellan por alguna actividad, especialmente en el terreno del deporte y el cine , como si irradiaran sobre la sociedad luz propia, cuando en realidad la reciben de una sociedad engañada.

Pero lo cierto es que hay fabricantes de estrellas, y la gente se lo cree.

No es esa la gloria del apóstol; su gloria primeramente consiste en predicar un evangelio que irradia la gloria del Señor glorificado.

En segundo lugar, irradia la luz con sus obras: «Brille vuestra luz ante los hombres de modo que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Dios del cielo» (Mt 5:16).

Que difícil resulta irradiar esa gloria misteriosa  que todos nuestros aparatos no son capaces de registrar. Nos vemos constantemente solicitados por las falsas y efímeras glorias del mundo en que vivimos, y desalentados por la oscuridad que nos envuelve y nos invade. ¿Qué hacer para irradiar la gloria auténtica? ¿Será pertinente rehusar de la gloria triunfalista y espectacular que nos enseña nuestro mundo postmoderno?

El verdadero apóstol solo se preocupa por irradiar la gloria de aquel que lo llamo.

Busca servir antes de ser servido.

En el peregrinaje de los discípulos con Jesús se puede apreciar que cuando los discípulos conocen la verdadera identidad de Jesús (Mr 30:32) comienzan a preocuparse por posiciones, se despierta entre ellos un ardiente deseo por buscar status, hasta el punto que comienzan a discutir entre ellos (Mr 30:33). ¿La situación que vivieron los discípulos tendrá relación con la lucha jerárquica de

ministerios que se divisa hoy en nuestra iglesia? ¿Habrá un  interés por querer ser el mayor?

Jesús confronta a sus discípulos y les manifiesta que en el reino de Dios no hay status.

Cuando Jesús se dirige de regreso a Jerusalén, y le revela nuevamente a sus discípulos su verdadera identidad (Mr 32:34), se ve manifestado este deseo de poder en Jacobo y Juan. Jesús los confronta y

les enseña que la autoridad se ejerce sirviendo, no

enseñoreándose los unos sobre los otros.

 

En III de Juan vemos un ejemplo de aquellos que desean pre-eminencia, donde el apóstol reprende a Diotrefes por buscar pre-eminencia entre el pueblo.

¡El genuino apóstol apacentara el rebaño de Dios con un corazón de siervo, entenderá que ha sido llamado a servir, antes que ser servido.

Al igual que los paganos, también nosotros podemos falsificar este ministerio tan vital e importante para el fortalecimiento de la iglesia. Buscando el favoritismo manifestando motivos interesados que vician acciones buenas.

Pablo en 2 Corintios 11:13 habla de aquellos que se disfrazan como apóstoles de Cristo.

Estos falsos apóstoles no están autorizados por Cristo, como lo muestra su falta de compromiso con Dios o con Cristo, y sus intenciones cargadas de

ambición por el poder. Su descripción como los “súper-apóstoles”  está llena de ironía, puesto que un apóstol se encuentra ya, como tal, en una posición incomparable, y aún así se caracteriza por su arduo trabajo en pro de la edificación de la iglesia, manifestando un sentido de pertenencia con ella; no se jacta de su oficio ni se presenta como el privilegiad; en su ardua tarea busca servir antes que ser servido y siempre manifiesta una genuina humildad.

 

 

 


 

[1] COHEN, Op.  Cit.  Volumen I.  p. 139

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